El Club Delta, una joven familia con cena, novena y muchos, muchos dulces
Todo allí es camaradería. Algunos son compañeros de colegio. Otros son familiares, pero muchos, son, en general, amigos que encuentran en el Club el calor de familia.
Cada fin de año, el tercer piso del Club Delta –localizado al norte de Bogotá—se engalana para dos festividades.
Padres de familia, amigos y jóvenes que participan en las diversas actividades del Club colaboran con los arreglos del salón, la disposición de los muebles, la realización de un video institucional que resume el trabajo del año, preparan canciones, organizan el tradicional pesebre y uno de ellos, escribe el discurso con el cual dan las gracias, propone las metas futuras y cuenta algunas anécdotas.
El tercer piso del Delta listo para recibir a los invitados
El primer encuentro es la gran cena de Navidad del Delta. Minutos antes de las seis de la tarde llegan presurosos, elegantes, con vestido y corbata y, de pronto, con olor a colonia sonsacado de algún estante de sus padres, los jóvenes que participan en la labor de san Rafael.
Todo allí es camaradería. Algunos son compañeros de colegio. Otros son familiares, pero muchos, son, en general, amigos que encuentran en el Club el calor de familia.
El club desarrolla durante el año diversas actividades deportivas, excursiones, clases de diversas materias, cumpliendo el objetivo propuesto en su fundación, en 1962: fortalecer los principios formativos que reciben los jóvenes en la familia y en el colegio, enseñándoles a aprovechar el tiempo de manera eficaz, agradable y responsable, a la vez que fortalecen su relación con Dios.
En estas seis décadas de intensa labor han pasado por allí millares de jóvenes que ahora como profesionales, padres de familia -muchos de ellos ya pensionados-, recuerdan aquellos maravillosos años en el Delta.
En una carta a sus hijos en octubre 1942, San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei escribió que esos jóvenes –entre los 13 y los 17 años que participan en las actividades de San Rafael, “han de darse cuenta de que participan activamente en algo muy importante, porque vienen a disponerse, para ser después buenos padres de familia o –si Dios quiere– almas totalmente Dedicadas a su servicio. Por eso, se les exige empeño, seriedad: un principio de compromiso, sentido de responsabilidad”.
Una vieja costumbre
El primer día de la Novena de Navidad el número de participantes crece en el Club Delta. A las seis de la tarde llegan los jóvenes con sus padres y amigos. Llenan el tercer piso en su totalidad. Escuchan una meditación junto al pesebre y luego rezan la novena de aguinaldos.
Las familias llevan para compartir buñuelos, natilla, otras comidas navideñas; ven el video realizado por los muchachos con gran parte de las actividades del año y arman las casitas con dulces. La mejor, recibe un premio y muchas fotos.
La presentación del video es el momento de máxima atención. Allí se muestran algunos de los logros del año en técnicas y métodos de estudio, las asesorías académicas, la preparación de los exámenes, o las otras actividades relacionadas con la cultura, las tertulias, las convivencias, los retiros espirituales, los planes semanales de los viernes o los temas de actualidad.
Es común escuchar cómo algunos papás dicen: “Yo formé parte del Delta hace 50 años, traje por acá a mis hijos y ahora veo a mi nieto hablando de Inteligencia Artificial, pero el Delta sigue siendo una familia”.
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